Un viernes cualquiera
Alí Reyes
Es un viernes cualquiera en la ciudad de Poza Rica, las once de la mañana, un clima despejado, los rayos del sol se muestran intensos y deseosos de acercarse a abrazar a la ciudad, un grupo de amigos se disponen a salir de excursión por la ciudad, se ponen de acuerdo compran algunas cosas y deciden partir.
Sin saber el destino, comienzan a reír mientras sus pasos recorren parte del boulevard Adolfo Ruiz Cortínez, un sonido fuerte y con ritmo se avecina mientras los jóvenes se acercan al parque Juárez; frente al palacio municipal toca una banda de guerra, practicando al compás de la corneta y el tambor, los chicos se mueven al ritmo de la banda mientras disfrutaban del momento.
Conforme más se adentran, las calles se hacían más pequeñas y silenciosas, como pasadizos o un laberinto se asemejan los callejones de la colonia Chapultepec; el grupo de amigos se dirige al parque de las Américas para admirar la ciudad al resplandor del mediodía, cruzan un puente en el que se apreciaba una corriente poco densa la cual arrastraba basura que los vecinos arrojaban, personas que carecen de moral y educación.
Aproximándose al destino se topan con un camino ligero de abundantes escalones el cual no parece tener final, comenzando a subir el cansancio se manifestó de inmediato dejando agotados a los aventureros a la mitad del camino, por un momento descansan sentados en un escalón mirando el paisaje.
Las doce del día, el sol jocoso y el aire es como un caluroso suspiro en el oído, de esos que incomodan, están a punto de llegar al mirador, para poder admirar toda la ciudad, por lo cual se comienzan a entusiasmar y se apresuraban a subir, y entre platicas se acomodan arriba entre los postes y observaron la bella y muy populosa ciudad de Poza Rica, parte por parte, tratando de buscar sus casas y otras calles, poniéndose a jugar sobre, quien encontraba primero el lugar que decían los demás.
Después de un rato, uno de ellos fue a la tienda a buscar un taco de cáncer para calmar sus ansias, se encontraban platicando mientras otro recibió la llamada de una amiga quien también iría al mirador, minutos más tarde la joven muchacha llegó con su sonrisa tan característica y a pasos muy poco femeninos se acerco saludando.
Cerca de ese lugar el grupo de amigos pudo percibir a dos jóvenes semidesnudos jugando en el patio de su casa; la chica muy delgada y con cabello muy rojizo, tenia puesto un short pequeño y una blusita color rosa, y el joven con un cabello alborotado traía solo una bermuda a cuadros verde con negro, eran seguidos por un perro de un color entre gris y blanco quien se veía muy juguetón.
Debido a los fuertes y picosos rayos del sol, los jóvenes se dispusieron a volver, abajo, al mercado Poza Rica para cada que cada uno tomara el transporte para ir a sus casas; bajaron por el mismo lugar, si, los mismos escalones que parecen ser eternos; pero camino abajo después de pasar por el arroyito, cruzando el puente, se encontraron con el "peque Nava", un lugarcito muy bien escondido entre los callejones de la colonia Chapultepec en el que los chicos se estacionaron a tomar un refrescante trago para calmar su calor; risas, diversión, anécdotas e historias de amor fueron parte de la conversación, un momento muy intimo que quedo plasmado en imágenes.
Tiempo más tarde, después de la traviesa aventura, el grupo de amigos regresan a la concurrida y superficial ciudad, escasa de silencio y de momentos pacíficos; los chicos, dispuestos a regresar otro día se despiden y cada uno toma un camino diferente, para terminar así la pequeña aventura por las desconocidas callecitas de la ciudad, y para contemplar la ciudad en lo más alto, el mirador del parque de las Américas.
La ciudad de Poza Rica es pequeña, pero llena de vida, el movimiento es inevitable, jóvenes y niños que van a la escuela desde temprano, los que van a trabajar, señoras que se despiertan temprano para vestir a sus hijos, el transporte escolar, un sinfín de vida cada día, pero al mismo tiempo, existen lugares donde se vive una tranquilidad y una calma; lugares que uno no ve con facilidad, solo es cuestión de adentrarse a las pequeñas calles, conocer los callejones, admirar la ciudad, encontrar lo hermoso en lo más sencillo, entonces se descubre que la ciudad es más tranquila de lo que uno puede percibir.
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