Poema de calle (para cuaderno de la noche)
Victor Argüelles
El ojo cava en sus paredes, efigies que se tornan transparentes,
retrocede en su visión, ajeno a cualquier hallazgo
en el afuera,
convoca con la espora de un aliento las imágenes transcritas,
indelebles como tinta sobre copos de algodón.
Ellas andan sueltas: una calle de tránsito pesado
se las lleva en sus luces, pegadas u orbitando en la nube de evasivas,
de un perdido peatón en la llovizna.
En los anuncios luminosos estalla una silueta,
la propaganda en miles de objetivos se dispara.
Alguien pierde un celular, otro: una llamada celular…
Yo me abandono en la espera,
en un circuito de llamadas perdidas.
Compro galletas rancias sin darme cuenta,
compro esperanzas de una caducidad tan próxima,
el alma se desborona de saberlo.
El alma como una galleta sufre mordidas rapaces,
caduca mi fuerza en ir y venir, subiendo escaleras.
Pero el ojo, siempre compañero de ruta, de su otro, de su par,
a veces enemigo del polvo sucumbe a cualquier astilla
y llora la pérdida de nítida imagen
en su día de inicio solar.
A veces lo acompaño o me voy de boca tras de él,
desvistiendo una sombra en el refugio ordinario del abismo.
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