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martes, 30 de agosto de 2011

Adán, en su principio.

                                                                                                               "สพฺเพสํ สงฺฆภูตานํ สามคฺคี วุฑฺฒิ สาธิกา",
"Sabbesam Sanghabhutānam Sāmaggī Vuḍḍhi Sādhiga."
"La Unidad en sí mismo, brinda Felicidad"
 Andrés Bolaños

Ellos no tenían el cuerpo pegado por ningún lado, tenían un solo cuerpo y dos cabezas. ¿Por lo que eran ellos o era él?
Su condición no era la de arácnido: ocho extremidades moviéndose de forma lastimosa,  o la de verdadero monstruo retorcido. No la un hermano parásito como el indo de Madras, Perumal, o el Rosolino de Siracusa Frank Lentini, su condición más bien era la un ser mítico: Minotauro,  Gorgona… bicéfalo pues, era su sino. 
Su doble soledad infinita, pensada doblemente, sentida aunque en un cuerpo, era de ansias diferentes; doblemente cortante e indisoluble.
Joven, apuesto, potente, fornido, dotado de una inmensa secreción de testosterona, odiaba a su intrínseco vecino. Odiaba por lo tanto, la palabra congénito: él más que nadie en el mundo, sabía el significado de nacido con él.  Lo que ya no sabía con certeza era quién odiaba a quien.  
Llamado siamés por el recuerdo del elefante trífido de Siam, conocido como Erawan (เอราวัณ) (denominado Airavata por los hindúes), debido al mito de que estos elefantes son capaces de producir las nubes. Es el vehículo del dios Indra, las tres cabezas simbolizan el norte, el centro y el sur de Siam. Por esta monstruosidad Siamesa es conocido el ser unido a otro, cuya fama saltó al mundo debido a los hermanos Bunker, nacidos en Tailandia -antiguo Siam-, en 1811. Estaban unidos por el pecho y recibieron el nombre de Chang y Eng, que significan izquierda y derecha en tailandés. El debía llamarse Chüný el centro, entonces, o acaso S̄ixng el dos, y si era, H̄núng nı, el uno. No, eso no,  uno nunca había sido, antes de nacer ya era dos.

Si ya iba a ser monstruo ¡Por qué no un hombre alado? -se preguntaba-, cuya imagen fascinaría a las mujeres. Enterneciéndolas y excitándolas al mismo tiempo, en un arrobo de lujuria que él sabría aprovechar muy bien, lo había repasado en la mente (en sus mentes) tantas veces.- Sentía repulsión hasta de hacerse tales reflexiones, pero acaso podría su vecino inducirle tales pensamientos para mortificarlo en la única intimidad que poseía, o acaso, lograba robar sus pensamientos, cuando lo observaba entrecerrando los ojos, sospechante, ¡como sí el pudiera hacer algo que el otro no advirtiera! Esa repulsión le crecía con los años, al comer, al leer, al defecar, pero sobre todo, al tocarse el cuerpo, un cuerpo que exigía el contacto –intuido suave y terso, tibio, de una mujer a la cual amar. Pero al tocar sus piernas, su pecho, en las húmedas madrugadas encendidas por la natural tiesura de la savia humana, al enroscar sus dedos sobre su intimidad, sentía -no podía evitarlo- que tal vez era el deseo del otro que satisfacía.  Se sabía utilizado, espiado por el sueño farsante del otro, se sentía sucio; prostituido, involuntariamente homosexual, porque invariablemente el otro despertaba siempre en el momento del éxtasis. Otredad era algo que los demás no sienten, sólo piensan, se decía. Malditos intelectuales, cómo pueden hablar de algo que no saben. Pero ya no lo soportaría más.  Se lo arrancaría de sí a toda costa.
Guardó muy bien sus pensamientos, para que no florecieran en su rostro, y aprovechando el momento de rasurarse, el que el otro cerraría los ojos al enjuagarse la cara, se llenó de una fiera determinación y le rasgó el cuello con la navaja. Un tajo perfecto. Ante la ley alegaría un descuido. Finalmente soy yo mismo y no intentaría matarme, diría a la hora que lo interrogaran.
Pero no hubo necesidad.   Sólo el sopor divino crearía las condiciones para extraer un pedazo de tu cuerpo y continuar con vida: le hacía falta Dios para la disolución final de su mutación gametogénesica. Entre la debilidad que le produjo el copioso baño de sangre, Adán sintió acercarse una pesada victoria; el siamés descubrió que en la muerte,  divinidad o monstruo, todos estamos solos.




1 comentario:

  1. es estupendo, siempre sin velos, te dedicas a explorar con maestría y sin descanso, al ser humano con todo él...gracias por compartir, un abrazo

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