Lidia López
Al interior del panteón municipal “Santísima Trinidad”, la muerte tiene vida, un mundo propio. Historias y experiencias paranormales que dejan huella, los trabajadores municipales y vecinos son testigos de sus manifestaciones; no es serio, este cementerio.
Pasado el primer viernes de marzo, las quejas llegaron a las oficinas de la administración. Rosa Maria Pelcastre y Luz Maria Coello manifestaron su inconformidad porque muy cerca de las criptas familiares, rastros de las prácticas del vudú.
Magia oscura y los maleficios que conjuntan la energía negativa a través de cruces formadas con cuchillos, figuras de cera, muñecos de trapo punzados por decenas de alfileres y hasta gallinas negras, enterradas aun con vida.
Pero ante ello, nada se puede hacer. Sin importar la hora que se realice, de acuerdo al artículo 24 de la Constitución Mexicana, la libertad de creencias evita que toda autoridad intervenga.
El camposanto municipal tiene superficie de 19 hectáreas, con 20 mil lotes y un aproximado hasta de 60 mil difuntos que posan sus restos físicos y sus almas.
Como toda historia, hay un principio. En el Santísima Trinidad, las cenizas de “Nacho” dan la bienvenida a propios y extraños.
Dentro de una sencilla caja de madera, donde hay insignia de su persona, desde el 26 de agosto del 2008 Ignacio Ruiz Vélez llega a las oficinas administrativas.
El director de Panteones, Jorge Álvarez Martínez, dijo que los familiares argumentaron que volverían inmediatamente, luego de hacer los trámites para depositar las cenizas de “Nacho” en la urna familiar. Pero, eso no ha ocurrido desde hace dos años seis meses. Los trabajadores municipales están ya acostumbrados, pero para Jorge Álvarez que recientemente asumió el cargo fue inusual conocer las travesuras de “Nacho”.
Los objetos cambian de lugar, los radios de comunicación desaparecen, “cálmate Nacho, ya se que tienes. Quieres flores”. Se le rinde respeto a su alma, en el pequeño altar, designado en una esquina de la parte superior, en la oficina administrativa.
De esta experiencia, se desencadenan otras más. Lo que, tal vez, ya conocemos. Lamentos, quejidos, golpes que surgen del interior de las fosas. Sonidos inexplicables.
Carlos Alberto Escudero, que se desempeña como empleado municipal desde hace tres años, es el primero que se anima a narrar las vivencias paranormales.
“Por la entrada principal del panteón, al medio día, realizaba limpieza entre las tumbas. Se me acercó una mujer de avanzada edad. Me pidió que le acompañara a donde debía llegar, asi lo hice. Le tome del brazo y le sentí muy helada. Estábamos hablando, cuando un compañero se me acercó y me pregunto que con quien hablaba. Cuando me di cuenta, la mujer ya no estaba, se esfumo”.
Entre la sorna de su amigo, el joven trabajador continuo sus labores. Dejo al olvido esa experiencia. Al paso de los días, nuevamente se reencontró con esa mujer. Haciendo limpieza, entre tumbas, volteó la mirada para identificar a Eloisa Argüelles de Zumaya, quien falleció en noviembre de 1965.
Pero a Carlos Alberto el miedo no le es obstáculo, dijo estar acostumbrado porque de siempre ha vivido en la colonia adjunta, la Salvador Allende.
Pero recordó su primer día de trabajo como empleado del panteón, ya en el interior de su hogar, pasada la media noche y frente al televisor, una fuerza le empujaba el asiento… desde abajo, donde solo había libre un espacio no mayor a los diez centímetros. Hasta que finalmente cayó del mueble.
Las causalidades fluyen, Maurilio Cabrera Solís, otro obrero de este panteón, suma sus comentarios. En el cuarte 5, donde están destinadas las almas de niñas y niños, han visto en varias ocasiones la longitud de un reptil, dicen que es una “víbora”, tan grande como la Anaconda. Aunque intentan terminar con ella, ésta desaparece.
Pero las incidencias tienen horario, entre las doce del día y las dos de la tarde, un niño aparece entre las ramas de un árbol de hule, en el mismo cuartel 5, el área mas antigua del cementerio Santísima Trinidad.
Con secuencia de imágenes, tomadas desde un celular, los propios trabajadores municipales se dieron a la caza de un fantasma. Lo ven frecuentemente, en la misma área que en los casos anteriores.
El video muestra a un ser extraño, que entre los tonos sepia del escenario hacen que el sujeto se torne en los mismos tonos, pero es visible su trayectoria al salir de un montón de tierra. Aunque no tenga veracidad o sea comprobado, la impresión esta presente entre los narradores.
Pero, una ocasión más reciente, hace dos meses siete empleados municipales fueron testigos. Las inmensas alas de un ave que estaba a sus espaldas, cuando se reunían al final de su jornada.
“Volteamos, viendo los aletazos. Era un cuerpo humano, pero similar al de un pájaro. Esa fue la primera vez para todos nosotros”.
Las historias son interminables. Pero la última, la que queda por escribir, es especial. Entre lo extraño, lo increíble y el misticismo son los elementos que envuelven la última morada de un hombre que descansa a un lado de un arlequín.
El pasado 15 de enero, los familiares de Marcelo Jiménez Cabrera piden la exhumación de los restos. Requieren de ese espacio para un miembro de la familia que partió de este mundo.
En el proceso, entre los trabajadores, Maurilio Cabrera no daba crédito a lo que observaba. Al cuerpo, que el 8 de marzo cumplió 23 años de exhumación, los gusanos le hervían. El obrero casi olvidaba un dato interesante, al destapar la fosa, decenas de moscas huían rápidamente, como si las hubiesen liberado.
Pero el difunto Marcelo, no estaba solo. De manera excéntrica, le acompañaba su fiel arlequín, con rostro y figura casi intactos. Los colores de su ropaje en seda brillaban con esplendor. El gracioso maquillaje era perfecto, sin daño aparente. Pero los dos personajes, terminaron al interior de un osario para continuar su morada.
Pero entre estos testigos, también hay escépticos. Sabino tiene ya 30 años de laborar en el ayuntamiento de Poza Rica.
“He trabajado anocheciendo, a mi no me ha pasado nada. Creo que los muertos me tienen miedo porque a diario, los sepulto. Hice mis cuentas el otro día, y al año, creo que son más de 280”.
El personal que labora en el panteón Santísima Trinidad no dejó de aprovechar para el recuerdo, las gráficas y los videos, gracias a la tecnología puesta a la alcance, es prueba de sus experiencias paranormales, en este cementerio que no es nada serio.